viernes, 8 de enero de 2016

Como la Brisa Suave de Diciembre



A medida que continuamos explorando y meditando sobre el concepto de confiar en Dios, llegamos a la primera mitad de
Filipenses 4: 5,

Que su amabilidad sea evidente a todos.

Tengo que admitir que no sólo tengo problemas confiando en Dios, sino que encima, la gentileza no es una de mis bondades en lo absoluto ... por lo tanto, me siento completamente fuera de lugar escribiendo sobre estos temas ... por lo cual este esfuerzo requiere mi total confianza en el Espíritu Santo.

Cuando pienso en la gentileza, amabilidad o mansedumbre, pienso en muchas cosas y en muchas personas, pero hoy en día, cuando miro la fotografía que tomó mi talentosa amiga Bethanne, la cual estoy presentando en este segmento, me acuerdo de una imagen muy especial que me hace pensar en la mansedumbre ... y es la suave brisa de diciembre en mi ciudad natal.

Durante mis años de niñez y juventud creciendo Chitré, una pequeña ciudad en el centro de Panamá, mi mes favorito del año era diciembre. No tan sólo por la Navidad y los regalos ... por supuesto que éstos contribuían grandemente al hecho ... pero también porque es en diciembre cuando nuestras vacaciones de verano comenzaban. Como país tropical, Panamá solo tiene dos estaciones: lluviosa y seca. Diciembre marca el comienzo de la estación seca, y es entonces cuando los niños salen de la escuela. Diciembre era, por lo tanto, un mes mágico para los niños de todo el país ... y la magia siempre era introducida por la suave brisa del norte que anunciaba la llegada de la diversión.

Recuerdo estar sentada en mi habitación con todas las ventanas abiertas, escuchando el susurro de las ramas de los árboles fuera ... no hay melodía más hermosa ...

Recuerdo ir al patio de mi casa que estaba poblado de todo tipo de árboles frutales, sólo para cerrar los ojos y sentir la suave caricia de la brisa en mis mejillas y en mi pelo ... como alas de los ángeles ...

Esa brisa tenía tal efecto calmante en mi tan siempre perturbada alma ... que era como si me hablara!

Cuanto anhelo escucharla y sentirla de nuevo ...

Al igual que la suave brisa amada de mi juventud, Dios nos habla en voz baja ... no en los grandes vientos, o incendios o terremotos del mundo ... pero en susurros suaves (1 Reyes 19: 11-13). Del mismo modo, Él quiere que actuemos en mansedumbre, siguiendo su ejemplo.

La mansedumbre, sin embargo, es un fruto del Espíritu (Gálatas 5: 22-23). Por lo tanto, no es una virtud que yo o cualquier otra persona pueda exhibir sin la intervención divina del Santísimo en nosotros. Aquí es donde entra en juego la confianza ... como el Jardinero Divino de nuestras almas, el Espíritu Santo cultiva y hace crecer sus frutos en nosotros a su debido tiempo y a la debida manera ... mientras nosotros esperamos y confiamos en su obra.

Al mirar la fotografía arriba, casi puedo sentir la brisa en esa escena ... ¿no? Pido a Dios que el Espíritu Santo que habita en nosotros nos guíe, ya que confiamos en su poder, para hacer que la amabilidad, la gentileza, la mansedumbre sean evidente en nuestras vidas y a los ojos de todos los que nos encontramos en nuestro camino.

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