sábado, 21 de febrero de 2015

Cuaresma


Probablemente el desierto no es el primer lugar que viene a la mente cuando la mayoría de las personas fantasean con su ubicación ideal para unas vacaciones agradables (aunque en una noche en que la temperatura es de alrededor de 16 grados bajo cero Fahrenheit ... el calor del desierto no suena nada mal) . Sin embargo, yo no estoy hablando de Arizona aquí, donde podemos visitar el Gran Cañón o relajarnos/refrescarnos en un complejo glamoroso. El desierto al que me refiero en este momento es el desierto que te deja sediento.  Es el vasto y árido vacío que quema la piel y ampolla el corazón. Estoy hablando de el desierto del alma.

Es ese período de prueba, cuando el diablo es fuerte y la voz del Señor es un susurro lejano. Es ese momento en nuestras vidas cuando es difícil de percibir la presencia de Dios y no podemos sentir su mano sobre nosotros. Es el momento en que nuestra fe es puesta a prueba y nuestros motivos son escrutinados. 

Todos pasamos por momentos como este ... inclusive Jesús mismo tuvo que pasar por él. Justo antes del comienzo de su ministerio público, el Espíritu lo llevó al desierto para ser probado ... para ser tentado ... en preparación para lo que estaba por venir. En el desierto, Jesús se enfrentó a la falsa enseñanza y al engaño seductor del Maligno, y salió victorioso. Armado con la verdad, Jesús derrotó al enemigo, y nosotros también podemos. 

La Cuaresma ha comenzado, así que aprovechemos esta oportunidad para caminar en el desierto y enfrentar nuestras luchas para al final experimentar la libertad que sólo Cristo nos puede dar. Vistámosnos con la armadura de Dios, y veamos como la verdad de la Palabra derrota al enemigo. 

Aferrémosnos a los principios que nos dan vida. Aferrémosnos al Dios del Amor sin temor. Al entrar en nuestro camino personal, recordemos que no caminamos solos. Jesús camina con nosotros y Él siempre nos da algo a que aferrarnos. 

No me avergüenzo de aferrarme a Él a Su Amor y a la Verdad; Por lo tanto, durante la Cuaresma meditaré en sus promesas infalibles las cuales me garantizarán un paso seguro mientras viajo por las arenas secas de mi desierto.


Mateo 4: 1-11


Luego el Espíritu llevó a Jesús al desierto para que el diablo lo sometiera a tentación. 2 Después de ayunar cuarenta días y cuarenta noches, tuvo hambre.3 El tentador se le acercó y le propuso:

—Si eres el Hijo de Dios, ordena a estas piedras que se conviertan en pan.

4 Jesús le respondió:

—Escrito está: “No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.”

5 Luego el diablo lo llevó a la ciudad santa e hizo que se pusiera de pie sobre la parte más alta del templo, y le dijo:

6 —Si eres el Hijo de Dios, tírate abajo. Porque escrito está:


“Ordenará que sus ángeles
te sostengan en sus manos,
para que no tropieces con piedra alguna.”

7 —También está escrito: “No pongas a prueba al Señor tu Dios” —le contestó Jesús.

8 De nuevo lo tentó el diablo, llevándolo a una montaña muy alta, y le mostró todos los reinos del mundo y su esplendor.

9 —Todo esto te daré si te postras y me adoras.

10 —¡Vete, Satanás! —le dijo Jesús—. Porque escrito está: “Adora al Señor tu Dios y sírvele solamente a él.”

11 Entonces el diablo lo dejó, y unos ángeles acudieron a servirle.

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