Yo les he dicho estas cosas para que en mí hallen paz. En este mundo afrontarán aflicciones, pero ¡anímense! Yo he vencido al mundo.
Juan 16: 33.
Este es el versículo de la Biblia que a menudo me llega a la mente en los alrededores de nuestro aniversario de boda.
Cuando mi esposo Dan y yo nos casamos, creo que no muchos se imaginaban que íbamos a durar mucho. Estoy casi segura que nuestros padres probablemente no lo creyeron. Ver a sus hijos casarse con una persona de una cultura diferente debió haberles parecido absurdo y debió haberles preocupado inmensamente. Me imagino como para ellos los obstáculos de la distancia, el idioma, las diferencias del trasfondo cultural constituían barreras que parecían demasiado difíciles de superar. Tanto mis padres como los padres de Dan habían estado casados por varias décadas en aquél entonces y ellos sabían perfectamente lo duro que es hacer funcionar un matrimonio de por sí, sin tener que añadir diferencias extras. Así que estoy segura que en medio de la celebración, sus mentes divagaban por los senderos del “que será”? Por supuesto, Dan y yo no veíamos ningún problema. Nosotros no pensábamos en los desafíos. Pensábamos que el amor lo conquistaría todo, lo superaría todo, lo vencería todo.
El matrimonio me ha enseñado, sin embargo, que el hecho de que nos amamos y que nuestro amor es sincero no significa que no tenemos ningún problema. Lo que significa es que una vez que llegan los problemas, los mismos nos sacuden, pero no nos rompen. Esto sólo es posible si ese amor está fundamentado en Dios. Las sacudidas que la vida nos da no nos romperán ni nos tumbarán porque nos encontramos establecidos en la tierra firme, en la Roca de nuestra salvación...en Nuestro Señor Jesucristo. Él ha vencido al mundo, y como nosotros lo invitamos a nuestro matrimonio, nos convierte en vencedores que pueden soportar las tormentas, los incendios y las montañas de la vida.
El conocimiento de esta verdad nos da su paz, la paz que trasciende las circunstancias y nos permite continuar con ánimo y empeño.
Mis padres no están aquí más para ver y apreciar cómo hemos superado muchas de las barreras que ellos temían que existían entre nosotros; pero confío en que un día podré contarles la historia de cómo el amor sí lo conquistó todo.